Estaban ubicados en un monte frondoso lleno de aromas, de
pájaros y flores.
En ese sitio había una
aldea india.
Los nativos hacían sus tareas cotidianas: recogían leña, encendían el fuego, preparaban sus alimentos, reparaban sus viviendas, fabricaban las redes de pesca, sus armas, salían de caza, hacían sus cacharros y sus vestimentas.
Esas actividades las realizaban en
grupo y cada uno tenía asignada una tarea.
Todos se reunían a la hora de comer.
Contaban las experiencias del día y después, invariablemente, llegaba el momento musical.
Un
anciano de cabellos blancos, tomaba la flauta entre sus manos y arrancaba de ella las más suaves y armoniosas melodías.
Todo el
monte quedaba en silencio; sólo se oía la cadencia rítmica de aquel instrumento musical.
El anciano gozaba de fama entre los pueblos aún más lejanos.
-Nadie toca la flauta como él – se decía.
Le llamaban, El Flautista del monte.
En las primaveras venían desde lejanas tierras, en largas peregrinaciones, para oírlo tocar.
Cuentan los más ancianos, que cuando era muy joven, una
princesa india que le oyó tocar, se
enamoró de él y fue correspondida.
Pero como eran de tribus enemigas, el cacique impidió a su hija volver a verlo y nunca más pudieron encontrarse.
Entonces se cuenta que ella enfermó de tristeza y vivió sólo para recordarlo.
El joven nativo en honor a su amada, todos los días por el resto de su vida, ejecutaba las más bellas melodías inundando todos los rincones del monte.

Dulce y nostálgica la flauta, elevaba las más variadas notas musicales que viajaban por el aire, llevándole consuelo a la distancia y aliviando su melancolía.
Fueron pasando los años y por las tardes, por siempre, oía aquella música balsámica que aliviaba su corazón.
Un día, ya anciano, enfermó y no pudo recuperarse.
En vano los
curanderos trataron de aliviarle, pero no fue posible.
Su ciclo vital había terminado.
Como sus creencias en el más allá les hacían esperar una vida mejor, sus parientes y amigos se resignaron a su pérdida.
Luego de las ceremonias fúnebres, esperaban su regreso de algún modo.
Al día siguiente por la tarde, a la hora acostumbrada, la dulce melodía de su flauta se oyó tan clara y tan nítida, que todos los que allí estaban reunidos, miraron asombrados hacia el
árbol más cercano, y vieron en una rama, a un pájaro de bello plumaje pardo en la parte superior, rojizo en el pecho y blanco en el vientre, que trinaba dulcemente, como lo hacía la flauta del anciano.
De esa ave desconocida, provenía la cadencia musical.
Desde entonces, el
ZORZAL, es el flautista del monte.
Isabel Amorín
ABRAN UN ARCHIVO DE WORD Y CONTESTEN ESTAS PREGUNTAS. LUEGO GUÁRDENLO EN ESCUELA83, 4ºB CON EL NOMBRE ZORZAL
¿QUÉ TIPO DE TEXTO ES ESTE QUE LEYERON?
¿DÓNDE SE UBICA LA ALDEA INDIA?
¿QUÉ TAREAS HACÍAN COTIDIANAMENTE LOS INDIOS?
¿QUÉ OCURRÍA CUANDO LEGABA EL “MOMENTO MUSICAL”?
¿QUÉ OCURRIÓ CUANDO MURIÓ EL “FLAUTISTA DEL MONTE”?
¿QUÉ INTENTA EXPLICAR ESTE TEXTO?
¿QUÉ TÍTULO LE PONDRÍAN?
NOMBRES DE LOS INTEGRANTES DEL EQUIPO